No se puede ocultar la tristeza al final de una película. A veces creo que los créditos son un regalo de los directores para hacernos aterrizar y decirnos que se acabó. Hay días que las películas me gustan tanto que me quedo hasta al final esperando una escena sorpresa…. un epílogo, de pronto. Muy pocas veces ha pasado.

A veces me siento y pienso en los créditos de mi propia historia. Hay otros momentos en que imagino escena tras escena. Lo hacía a los 13 años. Escribía listas de infancia donde antes de los 30 había hecho todo lo que deseaba y con muy poca misericordia empezaba de nuevo. Fueron mis primeros juegos de una vida reinventada. Reía cuento tras cuento y viaje tras viaje. Los años han pasado y sigo haciendo lo mismo. Sin compasión alguna disfrazo un sueño en una decisión y la empaco en una maleta… viajo y dejo atrás los hogares que sin delicadeza he logrado armar.

Pareciera que es hora de crecer y dejar de pensar en vidas mejoradas. Lo imposible acontece y esa versión que escribí y deseé hace dos años se está realizando. No puedo dejar de pensar en esos poemas antiguos y también algunos románticos donde los dioses desafiándonos entregaban los sueños de un momento para otro. No deja de darme miedo y sintiendo, algunas veces, que todo eso se escapa de mis manos, lo único que me queda es ofrecerlo al mundo. De pronto es hora de aprender a hacer eso….. de pronto es hora de darme cuenta que no era yo la que estaba decidiendo y que nada de eso es totalmente mío.

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One Comment on “”

  1. Fer Says:

    y bueno… hoy, un día jodidamente nostalgico, me topo con esto…

    somo un ciclo, un eterno ciclo, supongo que es lo que hay y no podemos negarnos el privilegio de el retorno…


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